24/8/09

Colapso de una civilización


La Isla de Pascua, en el océano Pacífico y a unos 3.000 km de las costas de Chile, ha constituido en las últimas décadas un gran misterio con motivo de sus enormes y archifamosas estatuas de piedra emplazadas en desérticos paisajes. Su autoría ha sido atribuida a distintos pueblos de América del Sur, a los egipcios, e incluso a seres extraterrestres.

El libro "Collapse: Cómo las sociedades eligen fracasar o triunfar", de Jared Diamond, relata la experiencia de los colonos que empezaron a habitar esta isla allá por los siglos VIII y IX, isla que por aquel entonces contaba con amplios bosques de robustos árboles, de los que salía la madera para construir canoas con las que sus habitantes pescaban su principal medio de sustento.

La Isla, con unos 170 km2 (Hierro, la más pequeña de Canarias, tiene 270 km2), llegó a tener 15.000 pobladores agrupados en pequeños núcleos. Existía una gran rivalidad entre estas agrupaciones que a menudo se saldaba mediante competiciones escultóricas, que más tarde terminarían convirtiéndose en contiendas colosales por construir el monumento con forma humana más grandioso.

La cuestión es que para construir estos monumentos aquellos hombres tuvieron que transportar bloques de más de 50 toneladas a lo largo de varios kilómetros de distancia, para lo cual utilizarían troncos como rodamientos y en terraplenes. Y aunque esta forma de competición era mucho más elegante que los conflictos bélicos que por entonces tenían lugar en Europa, la tradición también desencadenaría el desastre sobre la isla.
De hecho, siendo necesario talar árboles para construir los rodillos, las competiciones tuvieron lugar mientras había árboles en los bosques. Cuando éstos se terminaron, los nativos comprobaron que, como con el resto de seres vivos, los árboles no surgían de la nada. Y ya tampoco tuvieron madera para construir canoas y salir a pescar.

Hacia el siglo XIX la población se había reducido a 2.000 habitantes que parecían haber quedado privados de todo progreso, y cuya supervivencia sólo podía explicarse por la benévola climatología y la fertilidad de las tierras, que aún posibilitaba algo de agricultura. Con todo, ninguno de ellos recordaría ya las hazañas de unos antepasados que en realidad habían erigido obras tan espectaculares.

La experiencia de la Isla de Pascua debería permanecer en nuestras consciencias, pues muchos son los paralelismos que nuestro panorama actual mantiene con aquel escenario de hace siglos.

1 comentarios:

Emilienko dijo...

Lo que no podemos saber es si la desaparición de los bosques se debe exclusivamente a la tala excesiva o si también jugó algún papel algún tipo de cambio climátológico.